martes, 19 de julio de 2011

La pérdida de un símbolo de identidad


Pedro Cieza de León, al describir los pueblos de Manabí, nos dice: “Traen en su personas algún adornamiento de joyas de oro y algunas cuentas muy menudas, a quien llaman chaquira colorada, que era rescate extremado y rico. Y en otras provincias he visto yo que se tenía por tan preciada esta chaquira, que se daba hasta cantidad de oro por ella”. 

Esta situación contrasta drásticamente con la que pocos años después se produciría con la imposición de los criterios económicos y culturales de los conquistadores: las conchas dejaron de tener valor a todos los efectos y la actividad de extracción y trabajo del mullu fue declinando paulatinamente hasta casi desaparecer. Cien años después de la presencia española, toda actividad en torno al Spondylus resultaba falta de interés económico, pudiendo justificarse con toda propiedad el cantar: 

“Muchachos, a trabajar
si quieren tener mujer;
pues no la han de mantener
con las conchitas del mar”

El Spondylus ha llegado a nuestros días con un bagaje económico y espiritual minimizado (relegado a elemento de colección o de fetichería) que, sin embargo, puede ser activado y revalorizado, si ecuatorianos y peruanos así lo quieren. Esto puede conseguirse de dos modos: recuperando su significado como elemento de identidad cultural indígena y enriqueciendo su contenido simbólico con nuevos objetivos. 




La recuperación del Spondylus como símbolo de cooperación entre Perú y Ecuador

Si en el pasado el Spondylus fue alimento de dioses, ofrenda a las divinidades masculinas del mar y de la noche, símbolo de fertilidad, auspiciador de lluvias y atributo de poder y prestigio, hoy en día, se ha enriquecido con otro significado: el de símbolo de entendimiento y cooperación entre Perú y Ecuador.
La historia de los pueblos de América ha conocido épocas de amistad y de discordia. En la actualidad, la amistad de los países andinos parece consolidada y algunas fórmulas de cooperación están cobrando forma. De hecho, el entendimiento de los dignatarios de Perú y Ecuador, alcanzado a raíz de la resolución del conflicto de fronteras en 1998, ha constituido el primer paso para la deseada cooperación. El siguiente paso es transmitir ese objetivo a ambos pueblos a través la adopción de un símbolo común, que es la mejor manera de acceder al subconsciente colectivo. 

La fe y los deseos son normalmente plasmados en símbolospara hacerlos evidentes. Los símbolos son importantes porque ayudan a asociar algo con un contenido, ayudan a comunicar sin que se hable, a sensibilizar valores sin tener que explicarlos y a proyectar visiones. Tienen una connotación histórica que, a su vez, trasmite un mensaje, e identifican al portador con un determinado credo y con un proyecto de vida. 

En el mundo andino, el dios Wiracocha (el jaguar con los dos báculos), fue uno de estos símbolos y como tal fue representado, amplia y generosamente, desde Nazca hasta Huari, de la costa a la sierra, en el norte y en el sur, integrando los Andes a través de una visión común.
En ese mismo sentido, el Spondylus se convirtió, para la mujer y el hombre precolombinos, en una posesión más valiosa que el oro, las esmeraldas u otras piedras preciosas, más que los animales y la comida. Lo más importante que se podía dar a los dioses, por debajo del sacrificio humano, era el Spondylus. 

Hay muestras del Spondylus en los ajuares funerarios del Señor de Sipán y de la momia Juanita, ya referidos . En Pachacamac se puede ver una puerta de adoración con ocho Spondylus. En la parte superior de El Lanzón de Chavín de Huántar se distingue, esculpido, al Spondylus. Su presencia es reconocible en los mantos Paracas. Es una constante en la cultura Chincha y componente esencial de las demás culturas preincas. 

Sin embargo, el valor del Spondylus no sólo está en su bagaje histórico o su carácter de pieza de intercambio cultural y comercial sino, principalmente, en el simbolismo de unión que encierra. Su valor ha obligado a los políticos peruanos y ecuatorianos, como a los antiguos buzos, a sortear las difíciles aguas de las discrepancias de los últimos sesenta años de historia para rescatar dos mil años de unión entre sus pueblos, al objeto de ofrecerles una perspectiva deseable. 

El Spondylus es el símbolo de una paz con futuro y de un futuro con paz. Y vuelve a ser, como lo fue para los antiguos peruanos y ecuatorianos, el bien más preciado, porque un desarrollo en paz es el legado más valioso que se puede ofrecer a las futuras generaciones.


1 comentario:

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